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Uno de mis libros favoritos sobre la vitamina C fue Cómo vivir más tiempo y sentirse mejor, escrito por Linus Pauling, el químico dos veces ganador del Premio Nobel; lo leí cuando comencé mi búsqueda de herramientas que me ayudaran a crear salud y sobrellevar la esclerosis múltiple cuando finalmente me la diagnosticaron,
Sin grandes conocimientos de la medicina natural, una vez que tomé consciencia de la seguridad de la vitamina C, los escasos efectos secundarios asociados (molestias digestivas y diarreas si se consume por encima de la tolerancia individual) y la ausencia de efectos iatrogénicos, me lancé a tomar dosis variables de vitamina C; hábito que sostengo desde hace tres décadas.
Aún con mi escasa formación en el tema, en aquel entonces no comprendía porqué la corporación médica le daba tantas vueltas al asunto y había tantas críticas al consumo de vitamina C: es segura -muchísimo más que los fármacos, algunos de los cuales se prescriben casi como caramelos-, es económicamente accesible, sus ventajas superan largamente sus desventajas, se ajusta a nuestra fisiología… Para mí era más que suficiente para empezar a consumir unos pocos gramos diarios que hubieran horrorizado a algunos de mis médicos de la escuela paleozoica; con el tiempo iría aprendiendo y ajustando la dosis a mis necesidades. Y en eso estoy todavía.
¡Imagino como se habrá sentido Linus Pauling! Él fue el químico más brillante de su época y muchos lo tildaron de charlatán, justamente debido a su prédica a favor de las grandes dosis de vitamina C; como sea, esto no le afectó en absoluto, tomó dosis muy elevadas a diario y vivió tranquilamente hasta los 93 años. Claro que esto puede deberse a otros factores, pero para mí el ejemplo y la exposición de resultados en la propia vida es mucho más valioso que todos los pergaminos que tienen en la pared algunos doctores “gordos, enfermos y casi muertos” que rara vez curan de algo a alguien, no tienen ni idea de verdaderas estrategias de salud preventiva y se han convertido en meros agentes de propaganda farmacéutica.
Pero, como bien dijo Víctor Hugo, “Ser discutido, es ser percibido”; quizá, sin toda esta crítica, la esencia del mensaje de Linus Pauling no hubiera trascendido como lo hizo y hoy no sería una fuente de inspiración para tantos de nosotros.
La vitamina C es “esencial”
La vitamina C o ácido ascórbico, para Linus Pauling, era más que una vitamina y la consideraba una sustancia esencial que la mayoría de los animales, a diferencia de los humanos, pueden sintetizar en sus organismos.
Su hipótesis sostenía que, debido a la mutación de un gen, los humanos ya no podemos fabricar nuestra propia vitamina C y debemos obtenerla de los alimentos para alcanzar las dosis mínimas requeridas y de los suplementos para acceder a las dosis óptimas.
Además, señaló que la medicina convencional había ignorado las investigaciones que sugerían que altas dosis de vitamina C podrían ser una cura para muchas enfermedades, incluido el cáncer y las enfermedades cardíacas; a la fecha, las cosas han cambiado muy poco, la poderosa industria farmacéutica sigue controlando los medios de comunicación y logra desacreditar el potencial preventivo y curativo de la vitamina C y otras sustancias naturales que podrían facilitar la reducción o eliminación de muchos fármacos altamente iatrogénicos y escandalosamente rentables.
El establecimiento médico se burló de él, argumentando que un químico no podría entender las complejidades de la ciencia médica; lo siguen haciendo cuando se trata de médicos integrativos, naturópatas, nutricionistas ortomoleculares y fitoterapeutas que proponen formas más seguras de cuidar y curar.
Aunque una gran parte de la población está más medicalizada y más enferma que nunca, hay otra parte que está abriendo los ojos a la comprensión que “es más importante prevenir que curar”; también, cuando la enfermedad se ha establecido, la medicina integrativa basada en plantas, nutrientes, alimentación real y estilo de vida saludable, tienen mucho que aportar. No es todo o nada, blanco o negro, pero la industria médico-farmacéutica ha impuesto su excesivo protagonismo y voracidad a fuerza de billetera y leyes autoritarias.
Si avanzamos cinco décadas, nos encontramos con la pandemia de COVID-19 y, entre otras, la vitamina C es una de las tantas sustancias cuyo uso podría haber salvado muchas vidas; incluso, aunque a priori hubiera dudas consistentes acerca de su potencial en esta infección, ¿por qué negarle a la gente un recurso seguro y económico cuyos efectos secundarios le aportarían numerosos efectos positivos ampliamente probados?
¡Ni siquiera necesitas una pandemia o que tu salud esté en riesgo para tomar algunos gramos de vitamina C! ¿Por qué no vas a hacerlo cuando tu salud se ve amenazada o perturbada?
Vitamina C en tiempos de Covid-19
Los médicos de más de veinte hospitales de Nueva York han administrado a sus pacientes con COVID-19 1.500 miligramos de vitamina C intravenosa inmediatamente después de ser admitidos, y tres o cuatro veces al día después de eso, con la esperanza de evitar la respuesta inflamatoria conocida como una tormenta de citocinas que ha matado a muchos pacientes con la enfermedad. ¿En los hospitales de tu ciudad lo han hecho? ¿Te han explicado por qué? ¿Al menos las autoridades sanitarias te han sugerido que puedes tomar algunos coadyuvantes de venta libre como la vitamina C para tener más protección?
Honestamente, la estrategia aplicada es muy pobre; se podrían haber utilizado dosis mayores; además de otras sustancias en el suero intravenoso, complementos orales de plantas y nutrientes, alimentación saludable, ozono, aceites esenciales… Pero no está en el gen de la alopatía diseñar estrategias integrales que contemplen al ser humano como una unidad bien integrada, sino en buscar la bala mágica, en lo posible patentable y que resuelva el problema -habitualmente que controle únicamente el síntoma- de forma muy rentable. ¡Ya es todo un logro que se haya colado la vitamina C en estos protocolos famélicos de potencial salutífero!
La vitamina C y nuestra inmunidad natural
Para que la vitamina C neutralice con eficacia el estrés oxidativo, es decir, el exceso de radicales libres, nuestros glóbulos blancos necesitan hasta cincuenta veces más vitamina C dentro de sus paredes celulares que en el plasma sanguíneo circundante.
El tracto respiratorio está especialmente lleno de glóbulos blancos llamados macrófagos que protegen contra los gérmenes que respiramos; su buen funcionamiento es altamente dependiente de la vitamina C.
El ácido ascórbico también es importante para la producción de interferones, unas sustancias que apoyan la comunicación entre las células y evitan que los virus se repliquen una vez que están dentro las mismas.
¿Realmente crees que es necesario ser médico para comprender la importancia que esto tiene hoy en día? En su tiempo, Linus Pauling afirmó que el buen uso de la vitamina C tenía el potencial de erradicar la gripe de la experiencia humana; por supuesto, una hipótesis, pero que, a diferencia de lo que ocurre con los fármacos, nunca hubo un intento honesto o presupuesto para verificarla.
Dicho esto, ¿crees realmente que el ácido ascórbico no podría haber hecho una diferencia notable durante la pandemia y evitarnos las restricciones irracionales y autoritarias a las que hemos sido sometidos? Y ahondando en la pregunta, ¿crees que les interesa prevenir eficazmente la gripe y el Covid-19 cuando tienen un negocio cautivo como el de las vacunas que es financiado por el erario público sin riesgo para las empresas?
Si esto no te motiva a dejar el azúcar…
En los 70 se descubrió que el azúcar y la vitamina C ingresan a nuestras células utilizando la misma vía, conocida como receptores Glut-1; los animales que sintetizan su propia vitamina C usan glucosa para hacerlo.
Y aquí un dato que nos ayudará a comprender, al menos en parte, porque la humanidad está cada vez más enferma: los receptores Glut-1 prefieren la glucosa a la vitamina C; es decir, si pueden, elegirán el azúcar en lugar de la vitamina C.
Si no consumimos suficiente vitamina C es un problema, pero aún, consumiéndola, si la acompañamos por dietas ricas en azúcares simples (refinados o integrales), tampoco la podremos aprovechar, al menos en todo su potencial. Más allá de todos los problemas de salud asociados al azúcar, su consumo excesivo genera radicales libres y estos demandan aún más vitamina C para neutralizarlos. ¿Comprendes? ¡Otra buena razón para eliminar, o al menos reducir a mínimos, el azúcar!
Suplementos y alimentos ricos en vitamina C
Antes de ocuparnos de la vitamina C, es fundamental reducir el consumo de azúcar y hacer un control de carbohidratos totales optando siempre por sus variedades integrales. Por más reclamos comerciales que haga la industria de los alimentos, no hay forma de crear salud por fuera de una dieta basada en alimentos reales e integrales. ¡Comida de verdad!
Olvídate de las tonterías de los escépticos a sueldo, asóciate con genios como Linus Pauling y consume suplementos nutricionales de vitamina C; por supuesto, los complementos enriquecen una alimentación adecuada. ¡Lo primero es lo primero! De lo contrario puede ser una pérdida de tiempo y de dinero.
Entre las variantes naturales, los más comunes son los de acerola y rosa mosqueta; tan solo asegúrate que no tienen azúcar y otros aditivos innecesarios. Luego, el aporte de estos, aunque supuestamente de mejor calidad, puede ser insuficiente y los suplementos de ácido ascórbico de síntesis son más potentes y económicos. Yo procuro cubrir lo mejor que puedo de las fuentes naturales y no dudo en complementar con las de síntesis.
¡No le des tanta vuelta al riesgo de sobredosis! La vitamina C es soluble en agua y lo que tu cuerpo no necesita lo excreta por la orina. Yo suelo tomar 3.000 mg al día sin efectos secundarios (aunque a algunas personas puede provocarles diarrea y náuseas, tan solo hay que bajar la dosis en estos casos).
Cuando ocurre la diarrea, el cuerpo nos está indicando el nivel máximo de ingesta tolerable; no dañará tu salud si te excedes un poco, pero seguramente estás consumiendo más de lo que necesitas. Es una forma sencilla de ir regulando tu consumo aproximándote a la dosis óptima; en cualquier caso, hasta 3000mg al día, estamos dentro de un rango eficaz y razonablemente protector, pero puede ser insuficiente si tienes una enfermedad.
Lo importante es que no olvides que tu primera fuente de vitamina C debe ser tomada de los alimentos como cítricos, chiles, guayabas, pimientos dulces amarillos y rojos, tomillo fresco, espinaca, coles, kiwi, caquis, papayas, fresas, patatas, boniatos, tomates.