Gracias a científicos como la Dra. Candence Pert y los estudios llevados a cabo por la física cuántica, sabemos que la mente no sólo pertenece al cerebro sino que se encuentra en todas las células de nuestro cuerpo. Por eso, a la horade tratar un problema de salud, no podemos separar mente y cuerpo.
El tejido vivo genera energía. El organismo tiene un campo electromagnético generado por nuestros propios procesos biológicos. Este campo no sólo transmite sino que recibe y es a través de él que estamos en constante comunicación con nuestro entorno. En este campo están impregnadas nuestras experiencias, positivas y negativas, creando una carga que influye sobre nuestro organismo.
Caroline Myss, una de mis autoras favoritas, dice:
«La biografía de una persona, es decir, las experiencias que conforman su vida, se convierten en su biología».
La mente, el cuerpo y nuestra salud
Si te resulta difícil creer cómo la mente influye en el cuerpo y cómo tu mente puede influir en desarrollar una candidiasis, piensa en lo que ocurre en una fantasía sexual o en una pesadilla. En ambos casos la mente, el pensamiento, genera una serie de reacciones químicas y eléctricas que alteran el organismo, sin que haya habido influencia externa. Repito, únicamente con la mente.
El cuerpo no distingue la realidad de la ficción.
Cala Cervera
Piénsalo, en cuestión de segundos, sólo con la imaginación se pueden sentir los efectos de la excitación sexual. Recuerda alguna pesadilla que hayas tenido: en la tranquilidad y paz de la noche, tu mente durmiendo imaginó la peor de las historias, y despertaste con sudor, angustia, taquicardia, miedo, náuseas… y todo por imaginar algo que sólo ocurrió en tu mente. El cuerpo no distingue entre realidad y ficción.
Mi primer contacto, obviamente sin yo saberlo, con el mundo de la física cuántica fue a los 5 años cuando comencé a estudiar piano. Mi primera profesora fue mi abuela. Por aquel entonces yo todavía no tenía piano en casa e iba a casa de mi abuela a tomar clases y a poder practicar un rato con su piano. Ella me enseñó a practicar en mi casa ¡y sin piano! Me explicó que hasta que pudiera tener uno, serviría que me sentara frente a una mesa y pusiera mis manos como si estuvieran sobre un teclado imaginario. Así practiqué mis escalas y mis primeras piezas musicales hasta tener uno de verdad. De esta manera aprobé mis primeros exámenes sin tener piano. Mis dedos obedecían lo que mi mente creía.
A los 17 años volví a conectar con el mundo cuántico y también a través de mis estudios de piano. En esa época tuve otra profesora que me hacía estudiar mentalmente las partituras de Chopin, Beethoven y Bach (las más difíciles del curso) antes de practicarlas en el piano.
Insistía en que escuchara esas piezas en mi mente y que me imaginara ejecutándolas antes de comenzarlas a estudiar, así las aprendería mucho mejor. Entonces, no tenía ni idea que estaba estudiando piano con métodos revolucionarios… ¡y mis profesoras tampoco!
Lo mismo hago desde hace más de 12 años en mis prácticas de yoga. Cuando voy a hacer una postura difícil, me la imagino previamente, preparo mi mente, así cuando la realizo mi cuerpo se comporta como si ya la hubiera hecho antes.
La unidad cuerpo-mente
El neurocientífico Joe Dispenza, en su libro El placebo eres tú dice:
«Tu cerebro y tu cuerpo no saben distinguir una experiencia real de una imaginada, ya que neuroquímicamente son lo mismo».
Al haber experimentado en primera persona cómo con la mente podemos influir en nuestro plano físico, en consulta, y siempre que la persona me lo permite, intento trabajar incorporando la mente a los tratamientos.
Tomado de Candidiasis, tu amiga del alma de Cala Cervera.