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Coherencia versus coherencia ciega

Coherencia vs. coherencia ciega

Un desafío que puede presentarse en la vida, se da cuando una persona coherente tiene un conflicto entre seguir siéndolo aún en contra de sus intereses, o no hacerlo y adaptarse a una nueva respuesta que pone en cuestión los valores y creencias que edifican la coherencia de su identidad trabajada en el tiempo.

El individuo coherente actúa de acuerdo a sus principios y a sus valores, comportamiento que puede haberle dado muchas satisfacciones y fortalecerlo interiormente, hasta que un día estos entran en conflicto con un nuevo escenario.

Este escenario puede determinar que, hacer lo que siempre hemos hecho atenta contra intereses vitales o incluso, que aquellos valores y principios que tantas satisfacciones nos han dado, ya no son útiles para resolver la situación.

Un fuerte condicionamiento que tiende a hacerse cargo del programa de nuestra mente es la definición que dice que algo es bueno si conjuga con nuestros valores y es malo cuando eso no ocurre. Pero un día esta simetría pierde el equilibrio y nos paralizamos en un conflicto interior.

En este punto he encontrado que hay un patrón que nos puede ayudar a resolverlo: INTEGRIDAD.

En una rígida escala de valores, sabemos que decir la verdad está bien y mentir está mal… pero la realidad es que a veces ocurre lo contrario y si nos quedamos enredados en nuestros valores, creencias o condicionamientos rígidos, podemos perder la oportunidad de elegir por la acción correcta. ¿Comprendes la sutileza?

Intentaré explicarlo con una historia que alguna vez nos ha contado Ricardo Bravo, un querido amigo y maestro que impulsa sus enseñanzas a través de Vedic Flower:

Dos amigos de toda la vida fueron reclutados para ir a la guerra.

La misma se desenvolvió de manera cruenta, su país salió derrotado y casi todos los soldados murieron; ellos atravesaron ilesos el desafío casi hasta el final…

Sin embargo, pocos días antes del final, uno de ellos murió.

Con inmenso dolor, a su amigo se le encomendó la dura tarea de ir a llevarle la triste noticia a sus progenitores.

El primer encuentro fue con el padre. Infinitamente afligido, le pidió un último favor:

-Mi mujer está en su lecho de muerte y yo no tengo fuerzas para llevarle la noticia. ¿Podrías hacerlo por mí?

Efectivamente así lo hizo, y al acercarse, la madre de su amigo, prácticamente ciega y esperando su regreso para morir, le preguntó:

-Hijo mío, ¿eres tú?

Él le tomó la mano suavemente, acarició su pelo, le dio un beso en la frente y le respondió:

-Si madre, aquí estoy.

¿Comprendes como la integridad puede ayudarnos a resolver escenarios para los cuales nuestras creencias, valores e identidad a veces resultan ser insuficientes?

Esta no es una enseñanza para concluir y encadenar nuestros patrones de respuesta autómata, sino para abrirle las puertas a un modo reflexivo permanente cuya guía se encuentra en el corazón.

Pablo de la Iglesia