Cuando padecemos una infección por cándidas, somos víctimas de sus innumerables desechos tóxicos; uno de ellos es “El caso del acetaldehído”, tal como lo describe Cala Cervera en su libro Candidiasis, tu amiga del alma (Robin Book).
Este es sólo el principio de una larga cadena de eventos. Las cándidas en estado micótico (en forma de hongos) pueden producir 79 productos tóxicos diferentes.
Uno de los más tóxicos es el acetaldehído. Según expertos en la materia como Sherry Rogers y otros investigadores, el acetaldehído favorece la formación de adrenalina, causando síntomas como taquicardias, sofocos, pánico, miedo.
También interfiere en algunos receptores de la acetilcolina (un neurotransmisor) afectando la memoria y la transmisión de información entre nervios y músculos.
El acetaldehído también aumenta los niveles de histamina. Esta es una sustancia que en exceso aumenta la inflamación general del organismo, además de producir dolores de cabeza, pensamientos obsesivos, ansiedad, alergias, picores, diarreas, hipotensión, por mencionar unos cuantos.
Este químico interfiere con la actividad de ciertas enzimas metabólicas, como las delta-5-desaturasa y las delta-6-desaturasa, importantes para la formación de prostaglandinas con funciones antiinflamatorias.
El acetaldehído también es responsable de la destrucción de la vitamina B6. Un nutriente muy importante para la salud porque forma parte de la mayoría de procesos metabólicos del organismo.
También destruye el glutatión y la cisteína (sustancias que favorecen la desintoxicación) y puede reaccionar con la dopamina, un neurotransmisor cuya deficiencia puede causar depresión, insomnio, incapacidad de respuesta ante el estrés, e incluso, la enfermedad de Parkinson.
Otro efecto de esta infección es que las cándidas pueden encajar en los receptores hormonales de las células compitiendo con hormonas. El problema es que pueden imitar a las hormonas, pero no pueden llevar a cabo las funciones de estas.
Las cándidas también pueden crear receptores de nuestras propias hormonas en sus superficies. Esta intromisión en el sistema hormonal puede causar un bloqueo y desequilibrio dando como resultado síntomas como el síndrome premenstrual (hinchazón, dolor de pechos, cansancio, dolores de cabeza, cambios de humor), infertilidad, miomas, endometriosis, entre otros.
Algunas cándidas producen la enzima tiaminosa que destruye la vitamina B1. La deficiencia de esta vitamina puede causar síntomas como dolor muscular, dolor de ojos, irritabilidad, poca concentración, falta de memoria, dolor de estómago, estreñimiento, hormigueo de las manos y taquicardia.
La candidiasis, por otro lado, también impide la conversión de la vitamina B6 en su forma activa, piridoxal-5-fosfato, pudiendo causar síntomas como retención de líquido, depresión, nerviosismo, temblores musculares, calambres, falta de energía y piel seca.
Las personas con candidiasis tienen una fábrica de alcohol en sus intestinos. Al igual que en las bodegas de vino se mezcla levadura y azúcar para producir alcohol, de la misma manera cuando en el intestino hay un exceso de levaduras y se les da azúcar a través de la alimentación, estas producen alcohol, mareando a la persona, haciéndola sentir con resaca al día siguiente, intoxicando al hígado de la misma manera que si hubiera pasado una noche de fiesta.
Más información en Candidiasis, esa amiga del alma (Robin Book) de Cala Cervera.
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