Alimentación saludable y equilibrio ecológico van siempre de la mano: si es bueno para tu cuerpo, es bueno para el planeta y si es bueno para el planeta, es bueno para el planeta.
Últimamente se pretende instalar la idea que la producción agropecuaria es responsable de una liberación de C02 que desequilibra el sistema y promueve el calentamiento global; esto puede ser así si se considera la producción en feedlot y con animales alimentados artificialmente, en especial con granos.
Sin embargo, ocurre todo lo contrario si la producción de animales es respetuosa de su naturaleza, se les permite moverse y alimentarse de pasto. ¿Lo sabías? Efectivamente, si el pastoreo es bien planificado, no solo no contribuyen al calentamiento global, sino que además contribuyen a fijar C02, mejorar el suelo y enriquecer el ecosistema.
Después de treinta años investigando sobre alimentación saludable, observo que hay muchas formas de hacerlo, siempre y cuando nos mantengamos dentro de los parámetros de la naturaleza. Por supuesto, algunos comerán más carne y otros optarán por una dieta vegetariana; la diversidad social compensa y equilibra, igual que lo hace la diversidad en el ecosistema; queda claro que el consumo global de carne debe reducirse, a la vez que su producción requiere más respeto con la salud y el planeta.
El desafío de este tiempo es volver a encajar nuestros gustos diversos dentro de las posibilidades de un único ecosistema y, para lograrlo, las visiones fanáticas de, por un lado, los extremistas que lo niegan todo afirmando que nada debe cambiar y, por el otro, de los que quieren obligarnos a comer carne artificial o insectos para salvar el mundo, no nos sirve para nada, nos paralizan.
Para cuidar el planeta y la salud, necesitamos un abordaje racional y con sentido común; comprender que un descubrimiento científico y sus posibilidades (la carne artificial, por ejemplo), no necesariamente es un avance. Si observamos la naturaleza, encontraremos los parámetros de una alimentación saludable dentro de aquellos límites en los que la tierra puede responder sin romper sus equilibrios; en este caso, un consumo global de carne menor y de una producción más cuidada.
Otro ejemplo que espeja el daño ambiental con el deterioro creciente de la salud, es la producción industrial de pollos. En comparación con el pollo proveniente de granjas industriales, los pollos de pastoreo tienen un aporte superior de vitaminas D3, E y ácidos omega 3, todos componentes saludables; mientras que como contrapartida aumenta la cantidad de omega 6 y grasas saturadas. Es decir, una vez más, la industrialización de animales para consumo, ponen en jaque la salud, fuerzan los desequilibrios ambientales y plantean debates éticos impostergables.
El Dr. Joseph Mercola, reconocido especialista en salud, advierte:
“Tendrías que comer seis pollos de CAFOs para obtener la misma cantidad de grasas omega-3 que se encontraban en un pollo en los años 70.”
Con la producción de huevos, pasa algo similar.
Una mirada constructiva
El poder político y económico del más alto nivel, no ha estado comprometido con la búsqueda de la verdad y mucho menos de soluciones eficaces, limpias y económicas durante la pandemia, más bien actuó al servicio de intereses mezquinos; en las esferas medias y en gran parte de la ciudadanía, el estreñimiento reflexivo fue pavoroso y abrió las puertas a nuevas expresiones autoritarias.
Exactamente lo mismo ocurre con las supuestas respuestas a la problemática ambiental y eso nos deja otra vez en debates paralizantes entre los que nos venden la catástrofe irreversible y quienes lo niegan todo; en el medio, los legitimadores de estafas largamente conocidos, nos proponen supuestas acciones salvadoras que, en realidad, lo único que buscan es crear nuevas líneas de negocios artificiales para mantener sus ingresos y cuota de poder porque ven que aquello que les rindió frutos en el pasado no puede durar mucho más.
Debemos esforzarnos por separar el grano de la paja y en medio de esta confusión seguir contribuyendo al cuidado con nuestras pequeñas acciones. Estoy convencido que nuestros átomos de consciencia constituyen una fuente de energía para que la Madre Tierra continúe adelante y le demos tiempo evolutivo a la humanidad para crear una economía donde los actores actúen libremente de acuerdo a su propósito personal en armonía con el que compartimos todos.
En este sentido, aunque sería deseable, que sea generalizado, no podemos perder más tiempo, e impulsar el cambio de abajo hacia arriba; como individuos, en el seno familiar, en nuestros barrios y en los municipios es donde tenemos un mayor margen de acción. No solo estaremos aportando nuestro granito de arena para cambiar el mundo para bien, sino que además tenemos ante nosotros un caudal de oportunidades para mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestras comunidades.
Observemos la naturaleza y procuremos imitar lo mejor posible sus procesos en cada una de nuestras elecciones tomadas desde el corazón; siempre abiertos al aprendizaje, nuestros aportes serán cada día mejores.
¿Aún quieres contribuir a preservar el equilibrio ecológico? Procura llevar una alimentación saludable y recuerda que, cuidándonos a nosotros mismos, también cuidamos al todo.